EL DEPORTE, UNA ECONOMÍA PLANETARIA

Por Jean-Francois Bourg


"El papel del Comité Olímpico Internacional y de las federaciones internacionales como instancias mundiales de regulación, se va borrando progresivamente en beneficio de lo que es ese nuevo directorio del deporte mundial".

En este cambio de milenio la economía del deporte esta constituida por una malla indisoluble de productos, imágenes, capitales y modelos de consumo que se difunden por los cinco continentes. Calzado fabricado en Taiwan, balones en Pakistán, chandals en Malasia y raquetas en Corea del Sur se comercializan bajo marcas estadounidenses, japonesas y europeas.

Las imágenes de los juegos Olímpicos de verano en Atlanta (Georgia) en junio y julio de 1996 y de la Copa del Mundo de fútbol de 1994 se vendieron a doscientas cadenas de televisión mientras que millares de spots publicitarios de las firmas multinacionales se difundían en todas las lenguas.

Por todas partes, sobre todo desde mediados de la década de 1980, el deporte ocupa un lugar crucial en el terreno de las imágenes colectivas.

Es preciso internacionalizar el deporte. El primer beneficio que aportó el olimpismo fue sustituir las capillitas por una gran Iglesia, el objetivo del barón francés Pierre de Coubertin, restaurador de las Olimpiadas modernas en 1896 coincide perfectamente con la estrategia de los patrocinadores. La Coca-Cola apadrina el nuevo campeonato de fútbol profesional chino. La firma estadounidense de cigarrillos Marlboro desea promocionar las carreras automovilísticas de formula 1 en Rusia, y el fabricante de prendas deportivas Nike, el baloncesto en la India. El grupo japonés de juegos electrónicos Nintendo ha empuñado las riendas del club de baloncesto de los Mariners (Seattle, Washington, USA) y la marca Adidas de prendas deportivas, las del equipo de fútbol francés Olympique de Marsella. Otras diez firmas patrocinan los grandes espectáculos deportivos internacionales (Mars, Coca-Cola, IBM, Philips, Panasonic, Canon, Fuji, Philip Morris).Un mercado a escala planetaria.

El surgimiento de esa economía mundializada del deporte es fruto de la desaparición de dos formas institucionales que durante casi un siglo (1896-1980) regularon la ética del olimpismo: por un lado, la gratuidad del esfuerzo, que se acabo con la muerte oficial del amateurismo en 1981, y por otro lado, la imposibilidad de explotar comercialmente los símbolos de los JJOO, suprimida en 1986. Además, el paso de una venta local (negociaciones con cada uno de los 197 comités olímpicos nacionales) a una venta mundial (acuerdo de patrocinio con el Comité Olímpico Internacional) abrió de inmediato el conjunto de los mercados a los patrocinadores al simplificar las negociaciones.

Esa descompartimentacion ha contribuido a la integración de las economías nacionales en una lógica mundial. Ha sido asimismo una fuente de pujas entre firmas para entrar en el club muy cerrado de los competidores oficiales (unos diez): los ingresos por publicidad de los JJOO han pasado de los 97 millones de dólares en 1988 a 175 en 1992, y a mas de 300 en 1996. Además, el nuevo modo de desarrollo capitalista ha facilitado la penetración internacional de ese sector deportivo mercantil en la medida en que tiende a uniformizar los mercados, los productos y la publicidad en un espacio planetario. La puesta en movimiento de esa mundialización procede de la televisión, que ha transformado al estadio en una aldea global, según la expresión del sociólogo canadiense Marshall McLullan. Las imágenes de los Juegos Olímpicos de 1988 fueron recibidas en 155 países, mientras que a las de los Juegos de 1996, en 201 países.

Las hazañas de los futbolistas con ocasión de la Copa del Mundo de 1986 fueron seguidas en 166 países: las de 1994, en 188. Los torneos internacionales de tenis de Roland-Garros (París) se transmitieron en 1990 a 60 países, frente a 145 en 1995; la Vuelta ciclista a Francia, a 50 países en 1992, frente a 140 en 1995; y los grandes premios automovilísticos de formula 1, a 97 países en 1990, frente a 124 en 1994.

Con los índices de audiencia de las retransmisiones de la Copa Mundial de Fútbol de 1994 (32.00 millones de telespectadores en los 52 encuentros), de los JJOO de verano de 1996 (14.000 millones), de los grandes premios de formula 1, de la Vuelta a Francia o del torneo de tenis de Roland-Garros (entre 1.000 y 2.000 millones), el deporte ha pasado a ser un vector de comunicaciones privilegiado para las empresas deseosas de conquistar nuevos mercados, mejorar su imagen y fortalecer su implantación internacional.

Coca-Cola ha invertido mas de 1.150 millones de dólares en el deporte entre 1928 y 1995, de ellos 970.000 millones de dólares desde 1984. Para los Juegos de Atlanta, esa firma dedicó mas de un millón a ser patrocinadora olímpica y darlo a conocer. Cierto es que su marca es tan universal como los Juegos (y recíprocamente). Esa bebida es en actualidad accesible a 5.200 millones de consumidores, frente a 2.200 millones en 1984. En los cinco continentes, los telespectadores deportivos quedan sometidos 705 millones de veces diarias al impacto de la marca. El grupo informático estadounidense IBM ocupó, en 1995, 3.700 horas de programación televisada con ocasión de la retransmisión de los torneos de tenis del circuito ATP masculino retransmitido a 191 países y contemplado por 20.000 millones de telespectadores.

Las grandes marcas Visa (JJOO, Copa Mundial de Rugby, Campeonato Mundial de Atletismo), Mars (JJOO, Copa Mundial de Fútbol), Panasonic (JJOO, equipos profesionales de fútbol y de ciclismo), Fuji (Copa Mundial de Fútbol, Campeonato Mundial de Atletismo), Kodak (JJOO), Time-Life (JJOO) y Philip Morris (Formula 1) pretenden exportar mediante sus patrocinios un modo de vida que, por sus efectos de demostración y de imitación, tiene que propagarse a todo el planeta.

Esa estrategia de penetración cultural en los mercados está mas justificada entre los fabricantes de material deportivo, ya que tienen que demostrar la superioridad de sus productos. Entre ellas destacan Nike con los estadounidenses André Agassi (tenis) Y Michael Jordan (baloncesto); Reebok con la francesa Marie-Jose Perez (atletismo) y el estadounidense Shaquille O´Neal (baloncesto); Adidas con la alemana Steffi Graf (tenis) y el argelino Nuredin Morceli (atletismo) Minzuno con el estadounidense Carl Lewis (atletismo) y el británico Sandy Lyle (golf), que dedican entre el 6 por ciento y el 8 por ciento de su presupuesto al patrocinio de atletas sobresalientes con el fin de beneficiarse de su impacto.El destino del deporte, en manos de los "mercaderes".

La mayoría de esos patrocinadores forman parte de las cien primeras multinacionales del mundo por su cifra de negocios. Por lo tanto esa "economia-mundo" del deporte, recogiendo la formula del historiador francés Fernand Braudel esta formada por un complejo entramado de instituciones deportivas, agencias de representación, patrocinadores y difusores que con su red de enmarañadas lógicas lleva a confiar el destino del deporte al funcionamiento de los diversos mercados del ramo. Ya se trate de la elección del lugar donde se celebraran las competiciones, de la planificación de las pruebas, de la transformación de las reglas del juego, de la celebración de acontecimientos o la creación de nuevas disciplinas, la organización y la evolución del deporte obedecen en lo sucesivo a una mera lógica de conquista de volumen de negocios y de la audiencia. De hecho una racionalidad productora le viene impuesta desde el exterior por una red de firmas multinacionales con intereses comunes. El papel del Comité Olímpico Internacional y de las federaciones internacionales como instancias mundiales de regulación, se va borrando progresivamente en beneficio de lo que es ese nuevo directorio del deporte mundial. ¿Será posible en lo sucesivo compatibilidad alguna entre el "homo oeconomicus" y el homo sportivus? Caben todas las dudas al respecto.


FUENTE: "El deporte, una economía planetaria" (Jean-Francois Bourg, en El Estado del Mundo, Anuario económico y geopolítico mundial, Editorial Akal, 1997, pags.52-55).


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