21 de febrero de 2011 |
Deportista profesional vs deportista ejemplar El también llamado el efecto “es lo que tiene ser un ídolo de masas”… ¿o no necesariamente?
Por Elena Borrás
El deportista profesional, la persona que hoy en día es capaz de ganar su sustento a través del deporte, es un ser afortunado. En principio todos estaríamos de acuerdo con esa afirmación. No debemos olvidar que los salarios pueden variar sustancialmente en función no ya sólo del deporte (en Europa: fútbol vs. cualquier otro; En EEUU: ligas “major” vs. “minor leagues”) sino también dependiendo de la posición que ocupes (portero vs. delantero; entrenador extranjero vs. entrenador que sube de la cantera); e incluso de la edad, trayectoria o procedencia de cada uno en concreto.Aún así, podríamos llegar todos al consenso de que, una persona que entrena cuatro horas al día, seis veces por semana (incluyendo entre ellos el día de partido) y que gana mucho más que la mayoría de nosotros debería estar muy agradecido a sus circunstancias, teniendo en cuenta que lo anterior suele conducir a una vida relacionada con el glamour, la atención mediática y las facilidades inherentes a su condición.Ahora bien, pocas veces nos paramos a pensar en la contrapartida que tiene un deportista profesional, que no es otra que dicho adjetivo: PROFESIONAL. En mi opinión, entiendo que deba seguir unas pautas nutricionales, de sueño, de vida sana, de imagen pública, de rendimiento… pero lo que querría sacar a la palestra con este artículo es un interrogante que creo que todos los profesionales del deporte (en mi caso, desde el derecho, pero por supuesto también debería plantearse desde el punto de vista del patrocinio, la gestión y la organización de eventos): ¿dónde situamos el límite entre deportista profesional y persona privada?TEXTO COMPLETOElena Borrás es Cordinadora de Internacional IUSPORT. |
Modificado el ( 22 de febrero de 2011 )
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