EDITORIAL: CLÍMAX E INJERENCIAS Blatter planea otra vuelta de tuerca para blindar al fútbol de injerencias políticas
El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, vuelve a equivocarse, esta vez con el recurrente asunto de las injerencias de los gobiernos en los "asuntos internos" del fútbol. Mezclando churras y merinas, aprovecha los desgraciados incidentes de Egipto, que no son sino una manifestación más, aunque terrible, de la tremenda crisis social y política que vive aquel país desde la revolución del 25 de enero del año pasado, para volver a reivindicar la independencia del fútbol respecto de los Estados.
Blatter declaró en una reunión previa al congreso extraordinario de la Conmebol desarrollado en Paraguay, que "el fútbol debe evitar la injerencia política en sus asuntos", con el fin de no repetir hechos como los ocurridos en Egipto en el estadio de Port Said entre el Al-Masry y el Al-Ahly, y afirmó que "Nunca vamos a aceptar que sea utilizado para fines políticos”. La FIFA, dijo, es un organismo donde aseguró que cumplen una labor social y cultural tremendamente importante y que por ende, debe ser cuidada y respetada.
El alto dirigente del balompié mundial añadió que va a proponer modificar sus estatutos para poder blindarse ante eventuales intervenciones de los gobiernos en asuntos futbolísticos. La motivación de esto apunta, alegó, a la necesidad de ser fuertes para defender los principios de autonomía de este deporte, y así poder evitar la injerencia política.
En un discurso improvisado y de tinte populista, el mandatario suizo agregó que "esto no podemos aceptarlo. El fútbol es para el pueblo, es para la juventud, para darnos emociones y esperanzas".
La inestabilidad política de Egipto
Como es sobradamente conocido, la inestabilidad en Egipto tras la revolución del 25 de enero de 2011, convirtió en un avispero el estadio de Port Said, en el que 74 personas perdieron la vida y más de mil resultaron heridas, tras el enfrentamiento entre ultras y seguidores del Al Masri y el Al Ahli. El caos se extendió por todo el país. Hubo manifestaciones y protestas. Las más importantes en El Cairo, donde se contabilizaron otros cuatrocientos heridos tras los enfrentamientos entre la multitud y la Policía. Los observadores internacionales temen que sea el inicio de otra ola revolucionaria con el fútbol como excusa.
Los militares, los políticos y la Policía se cruzaron ayer acusaciones que, lejos de ayudar a esclarecer los hechos, generaron más confusión. La ONU y la Unión Europea reclamaron "una investigación profunda y la depuración de responsabilidades". El primer ministro egipcio, Kamal Ganzuri, asumió su responsabilidad, mientras el presidente del Parlamento egipcio, el islamista Saad Katatni, afirmó que la tragedia fue debida a la "deficiencia y la negligencia" de los aparatos de seguridad, según informó Efe.
Pero fueron los "Hermanos Musulmanes", que ganaron las elecciones parlamentarias y deben tomar el relevo de la Junta Militar que aún gobierna el país, los que pusieron el dedo en la llaga al acusar a las fuerzas de seguridad de "mirar para otro lado" durante los graves incidentes.
Injerencia y clímax
Como puede deducirse, esta traslación al fútbol de una violencia latente en la sociedad nada tiene que ver con las supuestas injerencias políticas a las que Blatter vienen combatiendo desde hace años. Por más que pueda imputarse a determinadas fuerzas políticas, o a la propia junta militar egipcia, responsabilidades, por omisión o incluso instigación, nunca puede hablarse en este caso de injerencia del Gobierno en los asuntos del fútbol.
En suma, Blatter pretende aprovecharse inmoralmente de una situación desgraciada para retomar su cruzada contra la intervención legítima de los gobiernos democráticos cuando ejercen sus funciones de tutela sobre entidades deportivas regidas por normas nacionales e inscritas en registros oficiales de los propios Estados.
IUSPORT.
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