EL VALOR DE TU VOTO
ÉRASE UNA VEZ UN PAÍS...
Germán Rodríguez Guisado (*) 76227164N
Erase un país llamado España, un país libre y soberano, un país que se había dado asimismo una Constitución como norma fundamental de ese Estado, una Constitución que propugnaba como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad... una Constitución que establecía que los ciudadanos y los poderes públicos estaban sujetos a ella y al resto del ordenamiento jurídico, una Constitución que decía que correspondía a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad de sus individuos y de los grupos que la integraban fueran reales y efectivas. Poderes públicos que estaban obligados a remover los obstáculos que impidieran o dificultaren su plenitud para facilitar la participación de todos los ciudadanos – incluidos los que se llamaran Mateo y se apellidaran Alemany—en la vida política, económica, cultural y social. Una Constitución que decía que los españoles – aunque se llamaran Ángel María Villar—eran iguales ante la ley, sin que pudiera prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancias personal o social. Una Constitución que establecía como derecho fundamental de sus ciudadanos, el de participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal, una Constitución que reconocía también a sus ciudadanos a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los requisitos que se señalaren en la ley. Una Constitución que se refería los Tratados Internacionales pero que nada decía respecto SUPREMACÍA de las normas FIFA sobre el Derecho español.
Erase una vez un País, llamado España con una Constitución que establecía que las Comunidades Autónoma que la integraban, podrían asumir competencias en materia de deporte, una Constitución que preveía que su Gobierno, ejerciera la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con aquella y las demás leyes. Unos Ministros de ese Gobierno que gozarían de la facultad de dictar Órdenes Ministeriales, porque así lo establecía una ley, (Ley 50/1997 de 27 de diciembre), como disposiciones y resoluciones de su Ministerio y que, por supuesto, todos los ciudadanos – aunque se llamen Ángel María Villar--, estarían obligados a cumplir.
Erase un País soberano, sin más condicionamientos procedentes del exterior que los asumidos de forma voluntaria mediante tratados internacionales, erase un País al que nunca nadie había humillado en público en la forma en que lo ha hecho, un señor suizo, llamado Joseph S. Blatter y menos aún desde nuestra propia casa, hasta que este, al que habíamos invitado a una fiesta, al que habíamos agasajado como representante de una organización que aglutina a las federaciones nacionales de una modalidad deportiva llamada fútbol, osó en confundirnos con una tribu, nos trató como a un país subdesarrollado cultural y políticamente y, nos amenazó con echar a nuestro fútbol de su organización si nos atrevíamos a regular la forma de nombrar a nuestro representante en su organización. Menospreció nuestra soberanía, nuestra Constitución y pretendió darnos lecciones de democracia impidiendo que cualquier español – menos aún si se llama Mateo y se apellida Alemany—pudiera aspirar a la presidencia de los órganos federativos de nuestra, --que no suya ni del señor Villar, -- RFEF. Pretendió darnos clases de democracia impidiendo que un español, tal y como prevé nuestra Constitución, pueda ejercer su derecho fundamental a la tutela judicial y efectiva. Dicho de otro modo, a acudir a los tribunales cuando no esté de acuerdo con una resolución emanada de su RFEF – porque la hace suya—y tenerse que conformar con bajar la cabeza y darle las gracias por haberle permitido estar integrados en su FIFA. Pretendió darnos clases de democracia arbitrando medidas para que un amigo suyo llamado Ángel María Villar pueda eternizarse como Presidente de su RFEF. Y, claro está, su amigo se envalentona, desprecia nuestro estado de derecho y nos dice: “¡Basta ya! ¡Basta ya! ¡Basta ya! Yo debería ser Presidente por 250 años. La gente que no entiende de furbo – no, ni Vd ha leído mal ni yo me he equivocado al escribirlo; fútbol es furbo, al menos para nuestro Presidente—me quieren echar, porque son unos psicópatas”
Erase un País en el que una noche, en un programa de radio, su Presidente del Gobierno y candidato a la reelección, quiso quedar bien con todos los españoles y “mintió” a una mitad y le ocultó la verdad a la otra. Ese Presidente dijo que el ciudadano Villar cumpliría la Ley – puede ser cierto si le obliga a cumplirla pero, falta a la verdad porque hace tiempo, concretamente desde el nueve de enero, que la está incumpliendo y, a día de hoy, nadie de quienes tienen esa responsabilidad, le ha obligado a ello y, ni tan siquiera lo requerido. Pero es que además, el ciudadano Villar – muy inteligente él—distrae a la opinión publica con un hecho menor – el cuando—frente a lo principal – el cómo --. El cuándo importa, por supuesto, pero el cómo es lo esencial, puesto que si el señor Villar convoca conforme a sus normas, se habría salido con la suya y habría dejado a la RFEF fuera del ordenamiento jurídico español. Así pues, ¡ojo al cómo aunque, sin perder de vista el cuándo!.
En fin, yo creía en la justicia, -- y quiero seguir creyendo-- en la igualdad de los españoles, en la potestad de la administración para ejercer su facultad coercitiva frente a quienes no cumplen normas jurídicas, --llámese Villar o llámese Rodríguez, --, en la potestad de cualquier español—aunque este se llame Mateo Alemany-- que en pleno uso de sus derechos civiles y siendo mayor de edad, pueda aspirar a presidir un órgano que, por más que le pese a quien detenta su Presidencia, representa a un pueblo, un pueblo llamado España. Yo creía – ignorante de mí—que esa igualdad manifestada en nuestra Constitución, que esos derechos fundamentales y libertades públicas que el mismo texto nos garantiza, iría más allá de unas líneas en nuestra Carta Magna, que los poderes públicos que nos gobiernan, tan diligentes en muchos otros caso, aquí y ahora, ejercerían su poder. ¡ Que fácil resulta ser fuerte con el débil!
Por favor, aún están a tiempo, devuélvanme la fe en la justicia, en la igualdad, en la libertad de mi pueblo, en el derecho a poder presentarme o, a elegir a quien me represente, aunque sea en una Federación deportiva, aunque esa Federación sea la Federación de fúrbo, perdón, fútbol. ¡Sometan al ciudadano Villar al imperio de la Ley, corten – en sentido figurado—las manos de sus palmeros para que deje de creérselo! Caso contrario, el pueblo se puede echar en manos de la insumisión, amparándose precisamente en el artículo 14 de la Constitución, el de la igualdad.
Ahora soy yo quien exclama ¡Basta ya! ¡Basta ya! O todos moros o todos cristianos. ¡Sólo faltaría!
(*) Abogado. Especialista en Derecho Deportivo. Asesor
Jurídico de la Federación de fútbol de las Illes Balears.
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