A PROPÓSITO DEL CELTA-CORDOBA
Partidos amañados y resultados de conveniencia: no es lo mismo
Javier Rodríguez Ten
Es domingo por la noche. Ya sabemos cómo acabó el cuestionado partido de la Liga Adelante Celta – Córdoba, retirado de las apuestas, en el que el empate producido es un resultado que satisfacía a ambos equipos. Sin embargo, no puedo resistirme a un muy breve y sencillo comentario sobre toda la polémica (muy interesada) que rodeó a este encuentro, ciertamente inadmisible y que alguien debiera haber cortado.
Toda la vida, al término de la temporada y por el caprichoso devenir de las clasificaciones, existen partidos en los que ningún equipo se juega nada y en los que los entrenadores hacen pruebas con jugadores del filial, juveniles, etc. En regional, la crisis incluso ha generado que algunos equipos opten por ahorrar los gastos de desplazamiento de ese último partido asumiendo el 3-0 y el irrelevante descuento de tres puntos (la pérdida de categoría suele ser sanción a la reincidencia, no a la primera incomparecencia). También hay partidos en los que un equipo se juega algo y el otro nada, en cuyo caso aparece la sospecha de “primas a terceros”; estos incentivos, prohibidos y censurables porque introducen un factor de desestabilización que para una adecuada limpieza de la competición debiera de producirse en igualdad de condiciones en el resto de partidos, tienen no obstante un trasfondo y un objetivo que no despierta un total y absoluto rechazo, porque al fin y al cabo se paga por ganar.
El último tipo de partidos son aquellos en los que los dos equipos se juegan algo. Cuando los dos necesitan los puntos, o pueden llegar a necesitarlos, estamos ante un partidazo. Pero cuando ambos obtienen un determinado objetivo con un concreto resultado o tipo de resultado, estamos ante un encuentro cuestionado. Y debemos diferenciar las dos opciones. Si el resultado que favorece a ambos es uno concreto, o en unas condiciones muy concretas (ganar un equipo por dos goles de diferencia pero no por más de cuatro; que un equipo venza por 2 a 1, etc.), y se produce, ciertamente la desconfianza es inevitable y podemos sospechar de un amaño, porque la consecución exige la participación activa de los jugadores para lograrse. Contrariamente, cuando nos encontramos ante el reiterativo supuesto de que “el empate sirve a los dos”, nos encontramos en un escenario muy diferente.
El hecho de que un empate en el último partido sirva a dos equipos para salvar una temporada es un elemento aleatorio imposible de evitar, como las sospechas sobre el resultado idóneo que se pueda producir. Estamos hablando de “cualquier empate”, no de un empate a dos, o a tres, en cuyo caso estaríamos ante los supuestos del párrafo anterior. Obviamente, el planteamiento del partido será más conservador que un encuentro normal (por cierto, cuando un equipo considera un empate un buen resultado ante un grande y utiliza un esquema ultradefensivo, ¿también está amañando el encuentro?), al conocerse que no hace falta ganar ni marcar, y que el rival se encuentra en idénticas condiciones. Los jugadores no arriesgarán el balón más de lo necesario, porque por otra parte los rivales no van a desarrollar una presión continua y arriesgada, ya que… el resultado les vale. Muchos jugadores finalizan contrato con sus entidades y saben que no renovarán… ¿para qué lesionarse y bajar de valor en el mercado? En fin, diferentes consideraciones y condicionantes por los que lo PROBABLE es que el partido termine en el empate que sirve a ambos equipos, sin necesidad de acuerdo previo ni nada parecido. Máxime entre profesionales, todos saben que “el fútbol es así” y que quienes están presionando sencillamente envidian la situación en la que se encuentran esos dos equipos (¡ya la quisieran para sí!). A mi entender, no estamos ante un AMAÑO (salvo que se demuestre pacto expreso), sino ante un evidente RESULTADO DE CONVENIENCIA, de los de toda la vida (¿o es que a nadie le suena aquello de “que se besen, que se besen”?).
Dicho lo anterior, es obvio que todas las acusaciones, sospechas, críticas, etc. que se han venido produciendo desde los terceros clubes que se verían perjudicados por este resultado no son sino PRESIONES DESESPERADAS y sin ninguna convicción, porque todos se han visto inmersos en situaciones similares, que seguirán sucediéndose. Se realizan desde la frustración.
No obstante, el elemento que esta temporada ha supuesto un importante salto cualitativo al respecto ha sido introducir la calificación de “amaño” al posible empate, a fin de intentar generar el temor de los protagonistas a incurrir en un ilícito penal (un delito, vamos), y que incluso puedan tener pánico a empatar, no sea que los investiguen y procesen. Esta deformación entiendo debiera haber sido perseguida desde un principio por los órganos federativos, porque es del todo equivalente a afirmar que un determinado equipo se dopará para conseguir un resultado. Intolerable. Con independencia del resultado final, e incluso de que en un futuro se pueda demostrar que hubo empate y pacto expreso, porque ahora mismo todo es infundado, es simplemente… salpicar, que algo queda. Se ha elevado a presunción delictiva que exista un encuentro en determinadas circunstancias clasificatorias, algo que además ha sucedido toda la vida. ¿Hay que sancionar al saltador de altura que gana un campeonato de España con una marca y renuncia a intentar superarla?
La solución a que dos equipos no puedan tener a su disposición un resultado y un objetivo en la jornada final es que la fase regular dé paso a unas eliminatorias (pero para clasificarse para esas eliminatorias hay una clasificación previa, en la que puede suceder lo mismo, como es el caso), dotar de más puntos a la victoria en las dos últimas jornadas (en cuyo caso los equipos que se enfrentan a los primeros clasificados pueden verse injustamente perjudicados) o… llegar a la jornada final con más puntos que el rival.
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