CASOS DE ESPECIAL INTERÉS

DECLARACIONES DEL PRESIDENTE DE LA FIFA A RAÍZ DEL CASO CHARLEROI

La codicia amenaza al deporte rey

 
El Presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, ha expresado su opinión sobre la evolución del fútbol en una columna en el periódico Financial Times, el 12 de octubre de 2005.
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(FIFA.com) 12 oct 2005

por Joseph S. Blatter

El fútbol es hoy en día una industria que mueve miles de millones en todo el mundo. Por desgracia, la forma caprichosa en que el dinero ha circulado por el juego, reminiscencia de un capitalismo mal entendido y voraz, está produciendo consecuencias realmente perniciosas. Ha llegado el momento de actuar y poner freno a los excesos, para proteger los cimientos de nuestro deporte.

Actualmente, la FIFA posee un balance anual sólido y estable, y reinvierte directamente en el mundo del fútbol aproximadamente el 75 por ciento de los ingresos que genera. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de nuestras 207 asociaciones miembro, por no hablar de muchos de los clubes.

Por otra parte, unos cuantos clubes afortunados son ahora más ricos que nunca. Lo preocupante de esta situación es el hecho de que, con demasiada frecuencia, la fuente de esta riqueza se encuentra en algunos individuos con poco o ningún interés previo por el juego, que han llegado al fútbol para convertirlo en un medio al servicio de algún tipo de propósito oculto.

Han salido de la nada, se han colado en este deporte y se han dedicado a dilapidar en él cantidades exorbitantes de dinero. Lo que no entienden es que el fútbol tiene mucho más que ver con las bases que con los ídolos; más con el entretenimiento y las esperanzas de la mayoría que con la falsa fama de los pocos de siempre; más con el respeto por los demás que con saciar la codicia personal, ya sea por adulación o por dinero.

Si no se hace nada por evitarlo, este dinero nuevo podría asfixiar un deporte que cuenta con más de 1.3 miles de millones de seguidores activos en todo el mundo. El carácter imprevisible que tiene su propia condición vital hace que el fútbol siempre constituya una inversión de alto riesgo. Como muchos otros sectores empresariales, sus activos no son bienes materiales, sino personas. Y las personas, como bien sabemos, están llenas de sorpresas. Por ejemplo, tienen huesos y esos huesos se rompen.

El fútbol profesional está siendo acribillado por prácticas que, en el mejor de los casos, ponen en evidencia la cara más fea del fútbol de clubes y, en el peor, amenazan su existencia misma.

 

Joseph S. Blatter está preocupado por los altísimos sueldos de los jugadores, el incremento en el precio de las entradas y la saturación de retransmisiones televisivas.
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En primer lugar, ha surgido un nuevo tipo de esclavitud al que todos deberíamos oponernos. Éste se produce cuando los especuladores compran los "registros", o derechos comerciales, de jugadores jóvenes, a menudo brasileños, que generan beneficios cada vez que se vende a esos jugadores. Para la FIFA, tales transacciones se encuentran muy lejos del nivel mínimo de decencia. Simplemente, ya no podemos aceptarlas más. Y no lo haremos.

Igual de inaceptables son esas negociaciones salariales que ofrecen el triste espectáculo de jugadores dueños de una educación más bien básica, a menudo muy mal hablados, que están cobrando 100,000 libras a la semana y se dedican a chantajear a sus clubes hasta que consiguen, digamos, 120,000 libras. Habitualmente, dichos jugadores emprenden ese tipo de acciones instigados por representantes inmorales, cuyos ingresos se basan precisamente en los porcentajes que obtienen de los acuerdos que firman sus clientes.

Es, sencillamente, una locura que un jugador "gane" entre 6 y 8 millones de libras esterlinas al año, cuando el presupuesto anual de clubes que incluso compiten en la Liga de Campeones de la UEFA puede que llegue tan sólo a la mitad de esa cifra. ¿Qué lógica, qué derecho o qué necesidad económica empuja a un hombre de veintitantos años a exigir un sueldo mensual que su propio padre (y la mayoría de los aficionados) no gana ni en una década?

¿Dónde, en otras palabras, están los límites? ¿Deberíamos empezar a ponerlos?

Y ahora que hablamos de este tema, ¿por qué no invierten los clubes más tiempo y esfuerzo en la vida extradeportiva de los jugadores más jóvenes, que deben ser capaces de aguantar que los lleven de un lado a otro, de un país a otro, casi sin aviso previo? Algunos clubes, afortunadamente, se preocupan por la educación de sus jóvenes. Por el contrario, otros clubes, y cada día son más, consideran que esa educación es irrelevante. A ellos lo único que les importa es el rendimiento del futbolista en el terreno de juego.

En resumen, hemos asistido al nacimiento de un nuevo tipo de comercio. Lo han creado representantes deshonestos y avariciosos dueños de clubes, cuya única esperanza de incrementar al máximo sus propios ingresos, y no los del club, es la compraventa de los talentos más prometedores del planeta. La calidad excepcional es un bien escaso; el dinero, cada vez menos. Fortunas inagotables han proporcionado a un puñado de dueños de clubes los medios para controlar el fútbol de clubes en todo el mundo, ya que sólo necesitan despilfarrar cantidades de dinero inimaginables en un grupito de jugadores de elite. Como nunca antes en la historia, la gran mayoría lucha con lanzas mientras que unos cuantos avariciosos poseen un poderío financiero del tamaño de bombas nucleares.

No es de extrañar que haya asientos vacíos en los estadios y, a la vez, se produzca una auténtica saturación de coberturas televisivas en directo de los partidos. ¿Qué interés puede tener una liga cuyo campeón es más que predecible después de las primeras cinco jornadas? ¿Cómo puede ser bueno para el fútbol que a los aficionados se les robe la ilusión con los precios exagerados que tienen las entradas para ver a "su" equipo? ¿Sigue siendo de verdad "su" equipo, por ejemplo, ese club de Inglaterra cuya plantilla está formada por 19 nacionalidades diferentes?

Actualmente, nos enfrentamos a una sociedad futbolística de potentados y desposeídos. Éste no puede ser el futuro de nuestro deporte. La FIFA no puede quedarse de brazos cruzados mientras contempla cómo la avaricia gobierna el mundo del fútbol. Y no lo hará. Un nuevo grupo de trabajo de la FIFA se encargará de este tipo de excesos que he señalado. Estoy totalmente seguro de que esta nueva iniciativa obtendrá resultados rápidos y contundentes.

NOTA: El autor de este artículo para Financial Times es el Presidente de la FIFA, el organismo rector del fútbol mundial.

 


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